Las estadísticas son vitales para que las políticas de Estado den buenos resultados. Pareciera una perogrullada; sin embargo es necesario remarcarlo, toda vez que la Argentina no cuenta, en muchos campos, con los datos confiables y suficientes para entender la realidad y proyectar sobre ellos las políticas públicas.

No se trata de un déficit de una esfera en particular, sino de falencias que asoman en toda la administración estatal, en sus tres niveles ejecutivos: nacional, provincial y municipal.

El caso tal vez más grave es que ni siquiera se sabe bien cuántos habitantes tiene el país actualmente, ya que, por diferentes motivos, en los censos de 2001 y 2010 se detectaron importantes fallas metodológicas que les restaron certeza a los números finales. Por ende habrá que esperar el próximo censo (¿se hará en 2020 con tantas restricciones económicas?) para tener una cifra más aproximada a la realidad.

Resulta difícil explicar porqué la Argentina, con las herramientas que brinda la informática para procesar información de cualquier tipo y producir datos fehacientes en poco tiempo, no logra poner al día su cuadro estadístico en todos los órdenes.

Es por eso que La Mañana, así como otros medios de comunicación, suele apoyarse en fuentes confiables no oficiales -investigadores, fundaciones, consultoras, organizaciones no gubernamentales, asociaciones empresarias o profesionales, entre otras- al abordar diversos temas.

Que el periodismo en general deba recurrir a dichas fuentes porque no encuentra o no confía en ocasiones en la información que le brinda la administración pública, habla de un funcionamiento anómalo del Estado.

Es cierto que cada provincia tiene su área estadística, y también que algunos municipios cuentan con otras sobre ciertos tópicos. El problema es el manejo de dichos organismos y si están capacitados para generar los datos finos que muchas veces se requieren para describir o analizar una situación coyuntural.

Las comparaciones suelen ser odiosas, pero a veces sirven también para advertir errores propios. En algunos países de la región (no hablamos de Estados Unidos o Europa) es posible acceder a datos precisos sobre distintas áreas del quehacer público, desde educación, salud pública o seguridad, hasta transporte público o infracciones de tránsito.

En la Argentina, en cambio, se llegó al extremo de manipular los relevamientos del INDEC; y aunque algo se avanzó en los últimos años, todavía hay zonas del país en las que ni siquiera puede establecerse la cantidad exacta de pobres y desocupados o la tasa de mortalidad infantil o la inflación real, porque las cifras oficiales son presentadas a conveniencia de funcionarios cuyo accionar pudiera resultar cuestionado.

En el medio de todo esto hay técnicos comprometidos. Algunos, como ha ocurrido a nivel nacional, renuncian cuando su trabajo recibe presiones políticas; otros, por el contrario, se prestan a los mejores “dibujos” ignorando lo que saben perfectamente: sin cifras ciertas, no se puede hacer un diagnóstico. Y sin diagnóstico, no se puede planificar una acción.