En una recorrida por la zona ribereña de Clorinda, puede apreciarse la total quietud en los pasos clandestinos, habitualmente con febril movimiento de personas y mercaderías.
Es que las restricciones impuestas por el Paraguay como medidas proteccionistas hacia su producción local, impactaron fuertemente sobre el comercio de la segunda ciudad, que opera en una parte importante por pasos no habilitados para que las mercaderías lleguen al mercado de consumo del vecino país.
El panorama de quietud es similar a lo largo de toda la ribera, como así también en los puertos clandestinos camino a Puerto Pilcomayo, donde se mueve la mayor parte de la venta de productos frutihortícolas con rumbo al Paraguay.
Estos pasos de los kilómetros a Pilcomayo conectan con puertos como Itá Enramada o Puerto Pabla y allí se habla de mano de obra informal -aunque mano de obra al fin- para miles de paraguayos cuyas familias subsisten del paso de estas mercancías desde Clorinda.
Aunque prácticamente al margen de la legalidad, el comercio de Clorinda con Paraguay, con más de 50 años de historia, genera una mano de obra vital para el propio comerciante local, sus empleados, el carretillero, el pasero, el lanchero y a su vez, los que ya en territorio paraguayo se encargan del acarreo y la reventa de estos productos.
De allí, que bajarle la persiana al comercio de Clorinda viene a generar una fuerte crisis social, porque la inmensa mayoría de esas personas subsisten del día a día, trabajando a la par del comercio fronterizo, dentro o fuera de la ley.