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Miopía estratégica

La situación económica y social de la Argentina renueva la urgente necesidad de contar con una visión estratégica de país, de mediano y largo plazo, que sirva de marco de referencia para la adopción de un conjunto de políticas de Estado que ayuden a perfilar el modelo de sociedad a la que se aspira.



Pero como se ha dicho más de una vez, para asegurar el éxito de este proceso es imprescindible comprometer a todos los actores en su diseño e implementación, a fin de crear entre ellos niveles óptimos de confianza mutua. De modo que estos compromisos deben ser transparentes y de cara a la sociedad.

El Gobierno nacional, las provincias y los municipios, el sector privado, los sindicatos y el resto de la sociedad civil deben trabajar en forma conjunta con el propósito de establecer una agenda de crecimiento inclusivo, competitivo y sostenible en el largo plazo, cuyos beneficios se distribuyan de manera equitativa entre todos los sectores de la sociedad.

No es imposible la tarea, ni difícil de entender. Lejos de ser la responsabilidad exclusiva de un gobierno, como se ha creído de manera fallida hasta ahora, debe por el contrario ser producto del compromiso de toda la sociedad, expresado a través de sus diversos actores, sectores e instituciones.

Sin embargo, a 36 años de haber recuperado la democracia, la Argentina sigue careciendo de una visión estratégica que goce de amplio consenso entre la dirigencia política. Al contrario, en plena crisis, los extremos de la grieta continúan forcejeando como si la salida estuviera en uno de los polos. ¿Resultado hasta aquí? Un país dividido, fracturado, con posturas que parecieran irreconciliables.

Esa miopía estratégica tiene sus consecuencias, y graves, pues lleva a la subsistencia de severos déficit, entre los que destacan la baja calidad de nuestras instituciones y partidos políticos, la debilidad del Estado de derecho y la anomia, la inseguridad ciudadana, los elevados niveles de corrupción y de impunidad, y un cuadro económico y social en franco deterioro.

Si a lo que aspira la Argentina es a un desarrollo federal y sostenible, el camino a recorrer tiene una estación ineludible: una democracia de calidad en cuyo marco la inclusión sea un pilar. Eso demanda una visión estratégica de país de largo plazo, acompañada de un número limitado pero crítico de políticas de Estado.

Pero ese mismo sendero tiene otras tres estaciones malditas al acecho: la visitada por aquellos que intentan refundar el país cuando llegan al gobierno; la reservada a quienes practican la “anomia boba”, y una tercera caracterizada en lo económico por la secuencia crisis-reactivación-estancamiento y, en lo social y político, por el ciclo ilusión-desencanto-bronca.

Estas tres estaciones deberán ser evitadas a toda costa de aquí en más por todas las fuerzas políticas y el conjunto de la sociedad si la Argentina quiere en serio crecer y desarrollarse armónicamente. Para ello es imprescindible construir consensos que permitan ponerle brújula a una estrategia de desarrollo y adoptar unas políticas de Estado que vayan más allá de un período de gobierno.



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