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Obligación cívica



La Carta Magna de los argentinos, en su artículo 38, consagra a los partidos políticos como “instituciones fundamentales del sistema democrático” y agrega con respecto a ellos: “El Estado contribuye al sostenimiento económico de sus actividades y de la capacitación de sus dirigentes”.

El texto constitucional no deja margen para la duda: los miembros de todos los partidos deberían contar con la capacitación político-técnica suficiente para cumplir de modo cabal sus responsabilidades institucionales. Pero del dicho al hecho…

La Argentina carece de entidades similares a la Escuela Nacional de Administración (ENA), la entidad francesa encargada de la formación de cuadros en distintas áreas, con la finalidad de nutrir a la administración pública de ese país. La mayoría de nuestros dirigentes políticos surge de manera inorgánica, por lo general haciendo “méritos” detrás de un líder o desprendiéndose del sector privado. De esta manera llegan incluso a ocupar tempranamente cargos públicos sin estar preparados para ello, ya que su formación profesional suele pasar más por la inquietud personal que por políticas institucionales basadas en la capacitación.

Aun así, con graves defectos, el sistema de partidos políticos ha mantenido un ámbito de contención medianamente adecuado para la práctica de la actividad. Sin embargo, las nuevas demandas sociales en todo el mundo obligan a la dirigencia a asumir compromisos que no pueden ser afrontados desde la improvisación.

La selección de candidatos debiera ser esencial en política, pero lamentablemente, a raíz de la crisis de representación, el ciudadano común privilegia el ascenso de figuras personales por sobre estructuras partidarias, lo cual, lejos de aportar soluciones, agrava el cuadro original.

Resulta entonces que a los vicios de la vieja guardia de los partidos se le agregan la inexperiencia y/o incapacidad de nóveles dirigentes que encima, a poco de andar, van adquiriendo lo peor de la actividad política, a la que entre todos terminan desprestigiando cada día un poco más.

Uno de los males presentes es la selección de candidatos por el sistema de “lectura de encuestas”, que intenta -y muchas veces lo logra- poner a consideración del electorado a personas provenientes de otros ámbitos como el deporte, la televisión o la música. Esto es una deformación institucional que atenta contra el sistema de partidos que ampara la Constitución Nacional y, por ende, del sistema democrático.

Aunque no haya una ENA en la Argentina ni en Formosa -al contrario, con más razón por eso-, es una obligación cívica indagar de forma exhaustiva en los antecedentes y las capacidades de los candidatos con cierta trayectoria, así como dudar de aquellos cuya actividad habitual nunca estuvo vinculada con la política y la gestión pública.

La línea a seguir no debe ser ni la de corruptos ni la de advenedizos. Lo importante son las ideas, y para que éstas prevalezcan deberá avanzarse hacia un sistema de partidos con miembros altamente capacitados. El desarrollo político es presupuesto básico del desarrollo económico y social.



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