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"SALAMANCA"

El grupo emergente de folklore salamanquero va ganando cada vez más adeptos en la escena local. Andrea y Sebastián charlaron con Cronopio acerca de su historia y sus proyectos actuales




Por: Washington 

"Ya pobre y casi desnudo / y sin tener qué comer, / llegué hasta la Salamanca / pa' verme con Lucifer. / 'Mandinga, abrime la puerta', / le dije cuando llegué. / 'No le tengo miedo a nada, / cansado de padecer'". Domingo Sánchez retrata en esta chacarera, que inmortalizara Jorge Cafrune, un pacto con el diablo, donde se firma un contrato con él a cambio de que nada le falte al gaucho pobre que va a su encuentro. 
 
Ya en la popular zamba
"La Salamanca", Arturo Dávalos brinda una fotografía cabal de estos aquelarres, en los que la fauna del lugar celebra una fiesta surrealista que inicia con la llegada de "Mandinga", casi extraída de un dibujo animado:
"Un quirquincho barbudo tocaba el violín / y un zorrino con voz de tenor / desgarraba el silencio con un yaraví / que Mandinga a cantar le enseñó"
 
Más que un universo literario netamente folklórico e ilusorio, la leyenda de la Salamanca, heredada de España, tiene su correlato en la realidad de numerosos países de Latinoamérica que han incurrido en este tipo de rituales a lo largo de la historia y tallado a fuego las tradiciones populares que nos retratan, transmitidas por nuestros mayores. Y aún perviven: En medio de la espesura del monte, un paisano va al encuentro con el diablo en una cueva remota y vende su alma para adquirir dicha en el amor, el juego, la doma, la danza, el canto o la ejecución magistral de la guitarra. 
 
"Salamanca" es un proyecto musical que tiene al frente a los jóvenes artistas formoseños Andrea Olmedo en voz y Sebastián Verón en guitarra, que se conforman como grupo con Julio Roda en bajo, Marcelo Gómez en percusión y Ramiro Mierez en guitarra base. 
 
Su origen se remonta a más de una década atrás, cuando una adolescente
Andrea recorría los escenarios con su canto, invitada por su padre, el talentoso guitarrista Carlos Alberto Olmedo, "Conejo Loco", recientemente fallecido:
"Papá era muy conocido y respetado por todos los músicos, incluso por los rockeros. Él solía tocar en Ramal por aquellos años, impulsado por 'Ayi' Ramírez. Yo era solista y él me invitaba a entrar a escena en determinado momento de sus shows. Comenzaba con un tema instrumental y luego me invitaba al escenario. Desde los 4 años, papá me hacía cantar. Era muy exigente conmigo. Tenía mucha autoridad a la hora de inculcarme la música. Él siempre me llevaba a los escenarios. Y más o menos a mis 16, yo le dije: 'Si vamos a actuar en un lugar, yo quiero armar un grupo y tener un repertorio. No quiero ser una invitada ocasional de tus shows'. Al principio se negaba. Después, con mi hermano menor al bombo y él, fundamos el trío", recuerda. 

A la hora de bautizar el trío, Andrea confiesa haber incursionado en las leyendas populares argentinas y un día dio con la Salamanca: "Me impresionó mucho todo ese universo. Fue una especie de encanto. Y entonces le dije a papá que quería que el trío se llame 'Salamanca', y fuimos adoptando todo el estilo salamanquero en la música que hacíamos, todo lo hacíamos más estilizado".

Por aquellos años -evoca-, el espectro musical formoseño era más arduo, en el sentido de la difusión. Aun así, lograron tener su espacio en el medio artístico local y llegar a cierto público:
"Al principio, costó mucho. Pero de a poco, nos fuimos haciendo conocidos. Profundizamos nuestro estilo y eso gustaba mucho porque no era lo que tradicionalmente se hacía en el folklore". 
 
Con el tiempo, una serie de infortunios personales obligaron a
Andrea a abandonar los escenarios:
"En esos años, perdí un embarazo y ya no quería seguir con esto de la música. Entonces decidí abandonarlo. Poco después, cuando iba a retomar todo de nuevo, papá enfermó y se complicaron mucho más las cosas. Él tuvo un ACV en 2013 y se hacía todo muy difícil para recomenzar". 

Allá por 2016,
Andrea se presenta a una serie de concursos de canto organizados por una casa de juegos y vuelve decidida a continuar con el legado de su padre, que ahora ya no podía continuar con el proyecto:
"En los concursos que hacían en el casino, me presenté y mandé a hacer pistas. Fui como solista, con mi hermano al bombo. Y decidí volver a la música. Comencé a rearmar el grupo y a convocar músicos. Entonces lo conozco a Sebastián. Pero era complicado, porque éramos un grupo que recién comenzaba y además por el estilo salamanquero, que a veces no es tan común y requiere una preparación especial en el repertorio". 

Sebastián Verón, estudiante del Profesorado de Música, asegura nunca haber incursionado en el folklore antes de integrar "Salamanca": "Yo venía del rock y era muy cerrado con respecto a otros géneros. No los escuchaba siquiera. Con el tiempo, me fui metiendo y dejando los prejuicios de lado. 'Canto 4' es un grupo que admiro y en cierta forma mi puerta de entrada al universo folklórico", sostiene. 
 
De esta manera,
"Salamanca" vuelve a los escenarios locales y se van sumando paulatinamente los otros integrantes, con quienes fueron adquiriendo un perfil de grupo conformado, aunque en un principio hayan tenido ciertas dificultades para lograrlo:
"Ahora ya tenemos el grupo más o menos fijo con los demás chicos. E incluso, a veces convocamos a un acordeonista ocasional. Las decisiones las tomamos Andrea y yo, pero funcionamos como grupo en la medida en que sabemos escuchar a todos. Lo más complejo siempre es convocar a los músicos. Cuando uno recién comienza, es complicado. Son difíciles los inicios, porque hay que trabajar a pulmón y la paga no siempre está garantizada", analiza Sebastián
 
"Una vez que regresamos a los escenarios, comenzamos a armar un repertorio de canciones para tocar. Y empezamos a ir a la tele o a algunos encuentros. Yo ya tenía cierto espacio y me abrían las puertas cuando se acordaban de mí o conocían a papá en algunas ocasiones. Pero no siempre fue así. Cuando empezamos a tocar en bares, estábamos desesperados por conseguir músicos porque no nos conocía nadie, pero -claro- nadie quiere tocar sin que se le pague lo suficiente. Y un día dejamos de buscar. Y salíamos de gira Seba y yo. Yo tocaba el bombo y él la guitarra. Y hacíamos sesiones acústicas. Con el tiempo, pudimos integrar a los demás", recuerda Andrea, que reparte sus tiempos entre la actividad artística y sus estudios de Ciencias Económicas. 
 
Con un fuerte acompañamiento de su padre y su amplio bagaje musical,
Andrea se nutrió de la música popular desde la cuna:
"Siempre escuché folklore. El primer tema que papá me enseñó fue 'Romance del molinero', de Eduardo Falú. Yo tenía unos 4 años. Raúl Carnota fue una influencia muy grande para mí. Después, bueno... el estilo chamamecero de Mario Bofill, o Tamara Castro, Laura Albarracín, Roxana Carabajal", con quien tuvo la oportunidad de compartir escenario en la última edición de FEDEMA. 
  
"Salamanca" es un grupo emergente que está ganando espacio en numerosos escenarios locales y su propuesta estética despierta cada vez más adeptos en cuanto festival se presenta. Al respecto, Andrea asegura: "La propuesta fuerte de 'Salamanca' está en las chacareras, que es música para bailar, divertirse. Yo trato de pulir mi presencia en el escenario, para transmitir lo que canto. Por eso salto, bailo, recorro la escena... Creo que lo que ofrece el grupo es totalmente auténtico". 

En cuanto a proyectos futuros,
Sebastián analiza el campo de la difusión:
"Ahora lo primero que queremos es grabar una serie de canciones inéditas. Hay un proceso de composición que estamos trabajando de a poco. La idea también es instaurar el estilo salamanquero, que no es muy común acá en la región, donde se estila más la chacarera del monte".

La música en la Salamanca jamás se detiene. De naturaleza pagana, en ella se vive un eterno frenesí, entre la danza, el canto y los placeres mundanos. El Supay es quien otorga los favores, quien vive con sus adeptos en una cueva oculta entre las breñas. El escenario formoseño vive la fiesta de este grupo en cada presentación, donde hacen gala de talento y virtuosismo; ya no a fuerza de pactos ni rituales, sino de esfuerzo, sacrificio y una determinación inquebrantable.




"Conejo Loco", 

un verdadero DON ALGUIEN 

 (Colaboración del Músico / Productor Marcos Nde Ramírez)



Conocí a Carlos Alberto Olmedo, alias "Conejo Loco", una nochecita de verano en 2007, en la plazoleta de la Av. 25 de Mayo y Rivadavia de la Ciudad de Formosa. Estaba parado frente a un exhibidor de discos y tenía un parlante donde sonaba una música extraña e hipnótica. La alimentaba con una batería de auto conectada a un transformador que daba corriente a un precario y gastado equipo de CD. En el exhibidor había varios discos. Me acerqué y le conté que era músico y productor, le compré algunos y nos despedimos. Con el tiempo, la vida y el camino de la música nos unirían para compartir escenarios, viajes y grabar en 2010 su séptimo y último disco, "Guitarras por el mundo".

Cuando lo conocí, estaba vestido, como siempre, totalmente de blanco (camisa, pantalón y alpargatas), fumaba elegantemente y, como un dandy caído en problemas financieros,
se plantaba con mucho estilo ante una vida que le había jugado muchas malas pasadas y le había sacado la fe en algunas personas e instituciones. En ese primer encuentro me acerqué y le pregunté de quién era el material que sonaba y me respondió muy amablemente que era música de su autoría. 

En ese momento, su único ingreso económico era la venta de sus propios CD's, con la música que él mismo componía, grababa, mezclaba y envasaba. Me pareció muy genuina y muy de hacker su forma de abordar la profesión.
Era un músico integral, que generaba, registraba, producía, fabricaba y vendía su música. Su método de composición, según lo contaba él, estaba basado en la música que sonaba en sus sueños, y que él solamente era un médium entre esos seres que le daban las melodías y su audiencia. 

Carlos Alberto Olmedo era un distinto. Una persona que supo abordar la profesión de "emisor de música" desde varios lugares. Además, se definía como un "hombre de oración", pues todas las noches que no grababa se dedicaba a hacer sanación a personas que lo visitaban. 

Era un luchador, solidario y atento con los seres (humanos y animales) que se le acercaban. Fue músico y artista hasta el final de sus días, pues su mirada era artística, psicodélica e irreverente. 

Sobrevivió de la avaricia de muchos y gracias a la solidaridad de pocos. En particular, del compromiso de su hija Andrea Olmedo. 

Hay miles de anécdotas con el "Conejo", con quien hemos compartido escenarios y sesiones de grabación. Una vez fuimos a entrevistarnos con la entonces presidenta de SADAIC, Teresa Parodi, para lograr "legalizar" los 7 discos de "Conejo Loco", con alguna especie de reconocimiento por su condición de independiente. Y el planteo de Carlos fue claro: "¿Cómo puedo yo, 'Conejo Loco', pagar lo mismo que Fito Páez por la legalización de mis discos?". 
 
El sistema no tiene compasión y "Conejo" lo vivió en carne propia toda su vida. 

El ser distinto, verborrágico y ultra reflexivo le costó caro y lo volvió barato para muchos. Sólo algunos (periodistas, programadores y musicólogos) tuvieron el ojo y el oído agudo para legitimar su obra.

Desde su primera historia como "entretenedor rural", a través de su camioneta en donde visitaba los pueblitos del interior de Formosa presentando películas y música grabada (en vinilos), tenía ya una vocación de entretenedor y artista. Mostrar o facilitar contenidos musicales es una forma de arte también. Hacer llegar a la gente formas que no llegarían de otra manera; y en eso, el "Conejo Loco" fue muy importante para Formosa.

Además de ser muy docto, muy virtuoso con la guitarra, con una sensibilidad muy especial. 

A veces uno se cruza en esta ciudad con personas que pasan desapercibidas, los populares "Don Nadie"; y otras, con las que con sólo verlas, generan una mirada atenta. Estos serían los "Don Alguien". Y creo que "Conejo Loco" era uno de ellos. Como dijo Hunter S. Thompson en su libro "Pánico y locura en Las Vegas": "Prototipos de Dios no aptos para la reproducción en serie. El mundo no está preparado para que sean muchos", refiriéndose a esas personas especiales que no pasan desapercibidas justamente porque son negadas por la sociedad, la industria musical o la comunidad cultural inconsciente. Son distintos.
"Conejo Loco" era definitivamente lo opuesto a un "Don Nadie"... Era Alguien muy singular y su leyenda recién empieza.







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