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Cuando se cierran las puertas

Una columna de opinión de Enrique Zanin



Cuando una empresa cierra sus puertas, quedan adentro las esperanzas truncas de aquellos emprendedores que, ilusionados con generar un futuro de mayores posibilidades para su familia y de los hombres y mujeres que colaboran en la generación de riqueza a través de su trabajo, han apostado todo para hacer de su provincia y su país, la tierra prometida de las generaciones venideras.

Cuando se gobierna para las minorías, aquellas concentradoras de poder económico y político, cuando la visión del país pasa sólo por lo financiero, cuando las únicas variables son el valor de la divisa y la tasa de interés, dejando de lado la producción y por ende el empleo, entonces no hay futuro. 

Las economías regionales están deprimidas, no hay consumo y la producción se retrae cada vez más, en medio de un proceso inflacionario que no se detiene, derrumbando todos los pronósticos oficiales. Las industrias automotriz y autopartista no encuentran piso, cierran plantas y se suspenden turnos, cierran fábricas de electrodomésticos, textiles, calzados, muebles, etc., etc. Miles de micro empresas ya no tienen actividad y las PyMEs se atan con alambres, reduciendo personal, apagando las luces y tratando de mantener el pago de impuestos en los mínimos posibles, a pesar de la tremenda presión impositiva aumentada por los intereses punitorios y resarcitorios que nos hunden cada vez más. No vale en estas circunstancias volcar números, estadísticas, pronósticos.

Cómo pretenden reactivar la economía si destruyen los factores que conforman los circuitos virtuosos del crecimiento. Cómo pretenden bajar la inflación si sus únicos recursos que aplican son financieros. El Gobierno no encuentra el rumbo y sólo tiene como proyecto la reelección del Presidente y para ello ensayan discursos propios de Coelho, optimismo hacia el futuro y dejar las culpas para el gobierno anterior. 

Como diría mi padre: "Se hacen los distraídos como perro que tumbó la olla". Ensayan el "yo no fui", tratan de explicar por qué durante casi cuatro años fallaron todos los pronósticos oficiales, no pudieron bajar la inflación, hacer crecer el consumo y la producción, por qué rebajaron salarios, hicieron quitas a las jubilaciones y pensiones, recortaron subsidios a sectores vulnerables, permitieron enormes ganancias a bancos, empresas de energía y combustibles y mandaron al cuartito de atrás a la clase trabajadora, tratando de invisibilizar los reclamos y destruir todo ensayo de oposición.

El Poder Ejecutivo manipula la Justicia, impone reglas propias al Poder Legislativo y se constituye en monopólico del poder de la nación. La democracia cruje mientras el pueblo aguanta el cimbronazo, inmerso en un mar agitado de miseria y marginación. 

No es este un discurso apocalíptico, sólo describo la realidad y ésta es incontrastable, es el reflejo de lo que pasa en todos los niveles. Es lo que nos pasa a las PyMEs, a las familias de las micro, pequeñas y medianas empresas que tratamos de seguir creando empleo, pero no nos dejan. Que alguien, algún funcionario responsable, algún economista, consejero o analista nos diga cómo seguir, cómo sobrevivir a tanta decadencia. 

Oscar Wilde, el famoso literato irlandés, se expresó sobre la falsa pedagogía de las élites hacia las clases marginadas: "Aconsejar economía a los pobres es a la vez grotesco e insultante. Es como aconsejar que coma menos al que se está muriendo de hambre".


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