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La violencia machista no para

Hablemos de igualdad: por Heliana Guirado, periodista y licenciada en Ciencias de la Comunicación



Comenzó el 2019 y a pocos días del primer mes del año, ya son once las mujeres asesinadas en Argentina. Estos femicidios se contabilizan sólo con los casos que se publicaron en los medios de comunicación, lo que significa que podrían existir otros que no tomaron estado público.

Además, un intento de femicidio dejó a una mujer en grave estado en Santiago del Estero, cuando su expareja la baleó en frente de sus hijxs.
Cabe destacar que mientras este artículo se escribía, se sumaron dos nuevos crímenes que fueron agregados.

LOS CASOS

1. Celeste Castillo fue asesinada por su pareja, el oficial Héctor Montenegro, quien después se suicidó.

2. Una nena de 10 años, llamada Joselín Nayla Mamani, fue asesinada en lo que se conoce como un femicidio vinculado, ya que la mataron para dañar directamente a su madre. Los sospechosos son tres exparejas de la mujer.

3. Silvia Tehl Ricci tenía 61 años. La mató su vecino.

4. Gisel Varela, de 33 años, se encontraba en una parada de colectivo de la ciudad de Mar del Plata cuando su expareja, Sergio Alejandro Cejas, la mató. La víctima tenía en la cartera una restricción de acercamiento contra su femicida.

5. Los vecinos de Susana Yas, de 77 años, vieron un charco de sangre que salía de la puerta de su casa y avisaron a la Policía. Quienes están a cargo de la investigación sospechan del entorno familiar.

6. En Córdoba, Daiana Moyano tomó el colectivo para regresar a su casa a la salida del trabajo. Tras un cambio en el recorrido, la joven llamó a su marido para que la buscara, pero él nunca la encontró. Por este motivo, quiso denunciar, pero le dijeron que tenía que esperar 24 horas. Encaró la búsqueda por su propia cuenta y la encontró muerta en un descampado. Tenía 24 años y dos hijas.

7. Liliana Loyola, de 64 años, fue atacada por su propio hijo, quien después la prendió fuego. La mujer murió el pasado 9 de enero.
8. Valeria Juárez tenía 32 años y fue asesinada por su padre, Elías Juárez, en Chaco.

9. Tras estar desaparecida, Agustina Imvinkelried fue encontrada muerta, semienterrada. El hombre con el que la vieron, indicado como el femicida, se suicidó. 

10. Danisa María del Luján Canale de 38 años, fue asesinada por su pareja, Jorge Egidio Trossero. El femicida llamó al 911 y confesó el crimen. 

11. El último caso conocido es el de Romina Ugarte, de 26 años. La mujer era policía y cumplía funciones en la localidad de Cañuelas. Fue asesinada por su pareja, también policía, quien según informa el sitio Infocañuelas, fue visto por los vecinos salir corriendo y gritar: "La maté sin querer".

Estas mujeres tenían diferentes edades, ocupaciones, gustos, vidas. Sin embargo, a todas las une algo: no murieron por causas naturales o producto de un accidente de tránsito. Todas integran hoy la larga lista de víctimas de la violencia machista, que en nuestro país se lleva la vida de una mujer cada 30 horas.

Además, todas formaban parte de una estructura heteropatriarcal que las ubicó en un lugar de inferioridad respecto de los varones. Esto, que ocurre en Argentina y en todo el mundo, básicamente genera que la violencia hacia las mujeres se ejerza, porque hay un sistema que así lo permite.

En algunos lugares, el avance sobre los cuerpos de las mujeres se demuestra y alienta de manera explícita y eso indudablemente genera un impacto social. Pero, ¿qué sucede cuando no se alienta a violentar a las mujeres, pero a la vez se descree de sus denuncias o la Justicia y la Policía no toman dimensión de lo que podría suceder si un agresor no es frenado a tiempo? Básicamente se omite la complejidad de la violencia de género, provocando un espacio vacío en cuanto a prevención y eliminación.

Esta espiral vuelve siempre al mismo lugar: la violencia. A modo de ejemplo, se plantea una situación que se ajusta a la actualidad.

1. La mujer logra identificar que está siendo o fue víctima de algún tipo de violencia (proceso que puede llevar años, porque la agresión está naturalizada).

2. Decide contarlo a través del medio que elija para sentirse más cómoda.

3. Comienzan las primeras acusaciones hacia ella o el descreimiento de parte de integrantes de su círculo íntimo. Esto genera una sensación de inseguridad y, según manifiestan muchas mujeres, ganas de "dejar todo como está".

4. Decide hacer la denuncia y en los tiempos actuales, expresar lo que le pasa por ejemplo en redes sociales. La sociedad comienza a acusarla, juzgarla y analizarla para ver si es una "buena víctima". ¿Cómo está?, ¿llora?, ¿sale a bailar?, ¿se maquilla? Estos serían motivos para dudar de la veracidad de los hechos, porque la resiliencia no es una buena aliada de las víctimas que se exige.

5. La sociedad, los medios, el aparato policial y judicial vuelven a revictimizar y violentar a la mujer, dejando muchas veces al varón despojado de cualquier responsabilidad penal o expidiendo por ejemplo una simple restricción de acercamiento que se viola constantemente.

6. Si se llega al último eslabón y la mujer es asesinada, este es (a veces) el único momento en el que se toma una dimensión temporal del problema.
El Estado como responsable de generar acciones en pos del bienestar de sus ciudadanos y ciudadanas, es en gran parte responsable de esta situación: por acción u omisión contribuye a que la lista de mujeres muertas siga aumentando. Un ejemplo de esto es la reducción del presupuesto que el Gobierno nacional destinará este año para luchar contra la violencia de género: $ 11 por mujer será el monto y el Instituto Nacional de las Mujeres (órgano rector de las políticas relacionadas con este tema) perderá capacidad para seguir trabajando.

Es fundamental entender que el cambio de paradigma, la deconstrucción y reconstrucción de costumbres y estructuras sociales sólo se logra a través de un largo proceso de concientización que implica estudios, información y acciones concretas. No es un proceso corto, no se logra de la noche a la mañana. Muestra fáctica de eso es que desde el siglo XVIII las mujeres denuncian desigualdad en materia de derechos humanos.

Lo anterior no se puede lograr cuando la visión carece de perspectiva de género y la inversión es tan escasa. Con este panorama, la poca atención y entendimiento del problema sólo generará que la vida de las mujeres continúe en riesgo y esta lista no pare de crecer.


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