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Epuyén, un pueblo de ventanas cerradas donde nadie habla con nadie por temor al hantavirus

Este miércoles se confirmaron tres muertes más y suman nueve los casos fatales. El brote supera al histórico de 1996.



Epuyén es un pueblo de luto. Hasta hace apenas unas horas los números de contagiados por hantavirus en la Cordillera no superaban a los del anterior brote, que tuvo lugar en el año 1996: 16 infectados y seis fallecidos. Pero la situación comenzó a dar un giro preocupante cuando se registraron 3 muertes y siete infecciones nuevas confirmadas entre el martes y el miércoles.

El pueblo cordillerano, ubicado en los límites fronterizos entre Chubut y Río Negro, es el epicentro del brote. El temor a lo que se está desarrollando en su interior irradia también a los pueblos y ciudades próximas en los que no se han informado casos, como Bariloche, El Bolsón y Esquel, pero cuyos hospitales recibieron a algunos de sus enfermos.

En la localidad de Palena, Chile, el servicio de Salud de los Lagos impuso una barrera sanitaria para prevenir contagios luego de que una joven chilena de 29 años regresó infectada después de visitar a unos familiares en Epuyén. A los trasandinos las autoridades les recomiendan utilizar mascarilla y lavarse las manos constantemente si visitan el pueblo. Una recomendación que también hizo el ministerio de Salud de Chubut pero que en Epuyén no se cumple a rajatabla.

"Cuentan que está bravo, nosotros estamos en el campo de vacaciones, pero nos dicen que todo comenzó en una fiesta", dicen dos jóvenes de Neuquén capital que pasan unos días en una chacra a 10 kilómetros de El Bolsón. "No es para tanto, el virus es fotosensible y en ambiente iluminado y al aire libre no hay chance de contagiarse", explica otro vecino.

Pero lo cierto es que en la localidad el ánimo está por los suelos. Sus calles permanecen vacías en una época en la que, de acuerdo a lo que marca la tradición del verano, deberían estar pobladas de visitantes amantes de la naturaleza y el aire puro.

Hoy el aire es sospechoso, una posible vía de transmisión entre una persona y otra, según han comenzado a concluir los médicos de la Cordillera. El hanta podría estar inmiscuyéndose en cualquier conversación. Los facultativos teorizan acerca de que la cepa pudo haber mutado y hoy es capaz de viajar en la saliva vaporizada. Pero son cuidadosos con lo que se comunica de manera oficial.

"No podemos abrazarnos, tenemos dudas de que él otro esté enfermo", dice Sophie, dueña de una hostería y que no quiere, no puede hablar más, explica. Tampoco desea fotografías. Su lugar, hoy solo es habitado por su familia. Los turistas se esfumaron. Todas las reservas que tenía para el verano se cayeron. Ella y los suyos no salen durante el día. Si van a un comercio utilizan máscaras y luego se lavan cuidadosamente las manos.

No son los únicos dolidos. Los vecinos de Epuyén viven entre el enojo y el dolor. Nadie está seguro de qué ocurre en verdad. Y las hipótesis afloran. ¿Comenzó todo en un galpón a principios de noviembre? ¿Hubo un portador? ¿Fue la comida? Los pobladores no se muestran convencidos.

La mayoría de las hosterías, cabañas y hoteles de Epuyén tiene sus ventanas cubiertas, sus portones cerrados. Los restaurantes atraviesan el mismo camino.

Hay apenas un minimercado que se mantiene activo. Pero antes de ingresar, una advertencia: "Por favor si no tiene mascarillas aquí hay". Todo aquel que ingresa al lugar debe colocarse una. Después de ser atendido los propietarios le ofrecen como gentileza un frasco de alcohol.

"Todo se rompió en este lugar, en horas, lo más típico de los argentinos que son tan comunicativos, se quebró, se acabó", dice Juan Pablo, un colombiano que tenían planificado permanecer en el pueblo hasta marzo y ahora acaban de decidirse irse mañana. "La tristeza de la gente es enorme, es muy difícil estar acá no solo por el hanta también porque la gente está muy mal de ánimo"

Fuente: www.clarin.com
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