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Miércoles 24 de Abril de 2024

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Biografías palpitantes: de María Moliner a María Isaías y María Camila Giorgi

"(...) la biblioteca es una espera / que va más allá de letra / más allá del abismo/ la espera concentrada de acabar con la espera/ de ser más que la espera / de ser más que los libros / de ser más que la muerte." Roberto Juarroz



El poeta y bibliotecario Roberto Juarroz, a través de sus versos, nos describe la biblioteca como un lugar más que con estantes, más que con libros; nos describe un lugar en el que se tejen historias, emociones, cuentos y versos al son del inventario, la catalogación y clasificación. En medio del haz de colores que nos dan las tapas de los libros, se esconden dos mujeres destacadas por su labor incansable y amor a la Bibliotecología. Una de ellas lleva las marcas de la vocación en su voz, en sus manos portadoras de la historia naciente de la Bibliotecología en Formosa, la otra marca el futuro con su voz dulce y tímida, que lleva en su canto un cuento que ella está escribiendo con los niños y niñas en el taller de lectura que ella misma forjó en su patio, en el barrio San Agustín, en el que crece la flor de loto de la Bibliotecología Social. 

Las dos unidas por la pasión y la vocación del ser bibliotecaria, pasión que va más allá de meros procesos técnicos, vocación que se traduce en una lucha inclaudicable por la conquista de más derechos en el marco de una bibliocastía profesional feroz en el que todos los trabajadores de la información estamos siendo sometidos: invisibilización de la labor, falta de creación y apertura de cargos en cada biblioteca escolar, falta de capacitaciones, falta de políticas públicas de lectura en las que intervengan de una vez por todas los bibliotecarios e implementación de la Ley de Bibliotecas Escolares N° 26.917. 

Frente esto, la resistencia bibliotecaria se arma con la palabra, emerge evocando sus derechos en cada biblioteca popular y escolar, transformando el grito de agonía en un grito de lucha. 

Traigo la voz de mujeres que palpitan en una profesión silenciada. 

María Isaías, lectora precoz, poeta y bibliotecaria, se inició en el año 1974, primero como preceptora; y luego de realizar un curso sobre Bibliotecología, para luego estudiar la carrera pro-piamente dicha, se compenetró y empieza a anidar en el espacio de la biblioteca del Instituto Privado San Martín. 

Se desempeñó como bibliotecaria en varias instituciones, para culminar como directora de biblioteca en la Universidad Nacional de Formosa, lugar en el que pasó sus últimos años en la digna tarea de crear servicios y acompañar al usuario -lector-. Se jubiló hace dos años y hoy le rendimos homenaje. 

Es predecible que en cada carrera te pregunten ¿por qué decidiste estudiar...? Pregunta protocolar y aburrida, pero distinto es ¿por qué decidiste ser? Pregunta filosófica, que implica un compendio de sabiduría y pasión por lo que una hace, más allá del paquete teórico. 

María Isaías me responde: - Ser bibliotecaria es una cosa que una siente, no que una decide. Yo lo sentí, me gustaba estar con los chicos, era una alegría tener tantos chicos porque me inicié en una biblioteca escolar, guiar a los alumnos para que encuentren lo que buscan. 

Y como un designio, María habitaba esos laberintos llenos de libros. 

A lo largo de la historia de la Bibliotecología, el saber siempre ha sido preservado para los hombres. Si vemos la evolución del perfil, aparecen los monjes, los preservadores y guardianes del libro para tiempo después dar paso a las mujeres, mujeres que fueron olvidadas en los libros, mujeres que eran descriptas como solteronas amargas que sólo sabían pedir silencio, pero María grita, no calla, escribe y se escribe. 

María me responde acerca del desarrollo profesional de la mujer en la Bibliotecología.

María Isaías: - Cuando me inicié, siempre fuimos más mujeres. Creo que la mujer tiene más afinidad con la carrera, es más detallista para los procesos técnicos y con un sentido más elaborado que el hombre. 

El lugar que espera, dice el poeta, ese lugar que espera cómo se construye. 

María Isaías: - La biblioteca se construye seleccionando bien el personal, el material humano, la gente que trabaja con vos es primordial, gente que tenga paciencia, que tenga buen trato con los chicos, que tenga buen trato con el usuario, que tenga ese don de colaborar. Ya sea bibliotecario o no, porque en las bibliotecas hay personal administrativo. Después, los libros y la tecnología. 

Perfil tradicional vs nuevo perfil / tecnología y el libro 

¿Cuál es la sugerencia para los bibliotecarios/as a la hora de unir estos elementos? 

María Isaías: - A mí me tocó estar en esa transición del libro a la parte informática, ese auge, tuve que aggiornarme, tuve que aprender a manejar la computadora, capacitarme, en la UNaF tenemos el sistema Pérgamo. Son necesarias las dos cosas, yo con la informática no tengo nada que decir, te aliviana un montón en la carga del trabajo, el bibliotecario puede hacer catalogaciones cooperativas con otras bibliotecas que ya tienen catalogado el libro o ellos pueden ver en tu base de datos; en la biblioteca tenemos el SIU, la organización de bibliotecas universitarias. Hay que hacer las dos cosas, y tampoco despreciar el libro, el libro formato, libro papel, las dos cosas son muy importantes. 

Una frase que nos deja María 

"En época de crisis, la biblioteca cobra un papel fundamental por el costo de los libros". 

María Isaías trabajó incansablemente durante 41 años. De niña leía a Corín Tellado, lectora precoz de poesía; entre versos y fichas de catalogación se ungió de una labor que requiere mucho más que la teoría, requiere la dedicación y el compromiso incansable con la profesión. Cabe destacar que María inició la Asociación de Bibliotecarios que debería ser retomada por la nueva generación, por la conquista de nuestros derechos.

Una vuelta de página, otra vuelta de tuerca y encontramos a la flor de loto. Es curioso cómo nace esta flor; en medio del barro y la podredumbre se emerge esta bellísima flor, destacada por su belleza y colores que contrastan con lo oscuro del pantano. 

Fiel a la Bibliotecología Social, y los ideales que encarnaron esos primeros bibliotecarios anarquistas que alentaban a salir de la oficina, del escritorio y a involucrarse en la realidad, a participar activamente en la lucha por un verdadero acceso a la información y a la cultura para toda la comunidad vulnerable. 

Ella es María Camila Giorgi, con sus 20 años y una energía imparable, a punto de recibirse de Bibliotecaria. Se encuentra cursando el último año de la Tecnicatura Superior en Bibliotecología. Fiel a sus pensamientos y a su silencio que dice más que un ensayo sobre la Educación Social, porque a través de ese silencio que luego transformó en narración de cuentos para sus niños/as en el humilde patio de su casa, transformó la teoría en práctica social, porque de eso se trata la Bibliotecología Social, de salir del oscuro inventario al color del patio de tierra. Así como Paulo Freire aprendió a leer en el patio de su casa, Camila sigue sus pasos también en el patio de su casa. 

Camila en medio de apuntes de cátedra preparando la cartelera por el Día del Bibliotecario/a nos cuenta, cómo inició ese ser.

Camila Gorgi: - La bibliotecología cruzó por mi camino en una etapa de incertidumbre, con el pensamiento vago de que el trabajo bibliotecario "no debe ser la gran cosa" pero el primer contacto con la disciplina fue un choque en el que entendí que sí se trataba de otra cosa, más grande y humanitaria.
El bibliotecario está para servir a su comunidad siempre, esa es su principal razón de ser, lo cual significa compartir, además de información, comunicación y lazos, para comprender sus necesidades y realizar acciones en conjunto. 

La biblioteca es un espacio abierto, una plaza en la que convergen las relaciones humanas, ella nos dice cómo a su criterio se conforma. 

Camila Giorgi: - La biblioteca tiende a conformarse por una comunidad diversa, en un espacio de encuentro en contacto con bibliotecarios, gestores culturales y de la información. 

Camila rompe con el estereotipo de bibliotecaria que predican los libros; de zapatillas y un tatuaje en su brazo, al igual que María Isaías, cuenta cómo ese perfil anterior con olor a naftalina ha cambiado. 

Camila Giorgi: - Quizás recién ahora se vea el nuevo perfil de la mujer bibliotecaria; lejos de ser una señora solterona, amargada y portadora de gafas, ellas toman el papel de transformadoras sociales, se muestran seguras y confiadas de su lugar, regando semillas a su paso. 

Paulo Freire, en una conferencia para la academia, comenta que él aprendió a leer de las copas de los árboles, dibujaba con una rama en el patio de tierra de su casa las primeras letras. Camila me recuerda un poco a ese Freire, ese educador incansable que transitaba el barro para enseñar a leer. 

Camila hizo del patio de su casa una escuela, una biblioteca en la que comparte sus saberes y hermosos cuentos, poesía y amor por los libros con los niños/as de su barrio San Agustín. 

Camila Giorgi : - El taller nace por el redescubrimiento de la llamada "literatura infantil" dada en la cátedra de Litera-tura, dictada por el profesor Gustavo Corvalán, y también del descubrimiento significativo de la acción social, gracias a la cátedra de Educación Social dictada por la bibliotecaria Julieta Núñez. 

Estas fueron el eje que impulsó la necesidad de hacer algo en mi entorno más próximo: el barrio. Gracias a la ayuda de compañeros, profesores y amigos que se coparon en conseguir donaciones de libros, hojas y lápices, nació el taller de lectura para los más peques del barrio. Leemos, escribimos, dibujamos, aprendemos a leer, jugamos y al finalizar compartimos una merienda. Muchos aún no saben leer pero son los más curiosos: vienen para escuchar los cuentos, hojear los libros, dibujar y jugar. El objetivo del taller no es otro que abrir un espacio donde puedan sentirse cómodos y ser niños, los libros y demás vienen como acompañantes de su niñez. El espacio es una mini biblioteca infantil donde ellos son los protagonistas, ellos guían el camino aportando sus propuestas de lecturas y juegos para los próximos encuentros.

Las bibliotecarias día a día dan un espacio para cultivar lo diferente, delinean esa semántica inclusiva pero no "aceptando" lo diferente, sembrando lo diferente en un geografía árida en la que a diario se vulneran derechos de acceso a la cultura, ellas miran desde afuera la biblioteca y la reconstruyen, creando un espacio de libertad de pensamiento.


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