Si uno mira las imágenes de San Antonio de Padua y San Cayetano dirá "la única similitud es que ambos tienen en brazos al Niño Jesús". Sin embargo, una equivocación de origen desconocido hizo que un tradicional santuario de San Antonio del barrio Virgen del Rosario sea compartido con San Cayetano.
La protagonista de Historias de Vida de esta semana es una vecina que por más de 30 años ofrece su domicilio para dos importantes fiestas de la fe católica.
Se trata de Ramona Margarita Román, quien nació el 19 de febrero de 1941 en El Espinillo. Su padre de corazón se llamaba Crispín García y su madre, María Paula Román. Tiene 14 hermanos.
Siendo muy joven se casó con Eduardo Escobar y tuvo 11 hijos, lamentablemente uno de ellos falleció. Tiene 32 nietos y otros por nacer. Hace 19 años que quedó viuda.
Transcurrió su niñez en Dalmacia y concurrió a una escuela rural, hasta 4º grado. De grande, estando casada y con cinco hijos, concluyó sus estudios hasta séptimo grado en la escuela nocturna.
Proveniente de una familia humilde y trabajadora, en donde todos los integrantes realizaban las tareas que tenían asignadas.
En el año 1960 se casó con Eduardo Escobar y vinieron a esta ciudad. En 1988 pusieron los primeros ladrillos de lo que sería su casa actual en el barrio Virgen del Rosario. Allí se estableció la familia sin pensar que años después serían referentes en el barrio por su amor a San Antonio.
Doña Margarita, desde muy joven se hizo devota de San Antonio de Padua porque en una fiesta en honor al santo conoció a su futuro esposo. A partir de ahí, cada 13 de junio, celebra el día de su santo compartiendo una comida con los vecinos. Al principio fue un sencillo guiso de gallina y con los años la festividad se fue haciendo popular en la zona por lo cual se incorporaron nuevos elementos, como asado, locro, música y baile, todo para honrar a San Antonio y agradecer los favores recibidos.
Con el tiempo, los fieles acercaron donaciones y con la ayuda de sus hijos levantó un santuario construido con ladrillos, en el hall de su casa.
Cada año se acercaba más gente a su casa, al punto que solicitaba a la iglesia que envíen un sacerdote para presidir la misma. En la actualidad, su domicilio de Blas Parera 1.530, del barrio Virgen del Rosario, fue reconocido como "Iglesia Doméstica" y tiene la presencia asegurada de un religioso.
¿Milagro o casualidad?
Un curioso episodio originó que ese santuario sea compartido con San Cayetano: "Mi hijo se fue a trabajar a Buenos Aires y en sus vacaciones planeaba venir a visitarme. Como sabe que siempre quise tener una imagen grande de San Antonio se fue a encargar una, la pagó y dejó dicho que al día siguiente mandaría a una persona a retirarla. Cuando llegó a Formosa, trajo la enorme encomienda y me dijo, 'mamá, abrí el paquete que es para vos'. Así lo hice y cuando expresé: ¡Ay! ¡Qué lindo!, ¡es San Cayetano! En ese momento mi hijo casi se cae de espaldas". Resulta que él pagó por una imagen de San Antonio pero cuando se la envolvieron lo hicieron con una de San Cayetano.
Cada uno podría darle una interpretación diferente a lo sucedido; Doña Margarita lo describe como un milagro: "Se ve que San Cayetano quería que lo recuerden también en Formosa, en mi casa, junto a San Antonio".
Así es que la vivienda familiar de esta mujer tiene dos grandes fiestas al año, el 13 de junio, Día de San Antonio de Padua, y el 8 de agosto, Día de San Cayetano.
"Mis oraciones siempre son para la unidad de la familia, que se lleven de acuerdo, pero sobre todo, que no se olviden de sus orígenes y donde crecieron", contó.
Continúa con la pequeña imagen de San Antonio que pudo comprar de joven, con las ganancias de la venta de verduras. Sin embargo, confesó que su deseo sería tener una imagen más grande para ofrecer a los fieles.
A los 77 años, Doña Margarita transcurre sus días agradecida por la familia que tiene y por la bendición de sus santos, con el anhelo de que una vez que el Señor la llame al descanso eterno, el santuario de San Antonio y San Cayetano continúe a disposición de los fieles y se mantenga la tradición de celebrar con alegría y paz.
* Por Valeria Díaz de Vivar -Periodista-
y Gustavo Aguirre -Reportero Gráfico-.